miércoles, 13 de octubre de 2021

El turismo como concepto de experiencia filosófica: el encuentro con el otro (Introducción)

El turismo no es sino el intento de realizar el sueño que el Romanticismo proyectó sobre lo distante y lejano. En el grado que la sociedad burguesa se cierra sobre sí misma, el burgués trata de escapar de ella “como turista”.   Pero, el turista no viaja, lo único que hace es circular. Se trata de “un mal viajero”. Enzensberger, en 1958, publicó una “Teoría del turismo”. En 1977, sería Dean MacCannel, con El Turista, quien marcaría el inicio de una teoría y un pensamiento crítico en torno a este concepto.

  

En su libro asume la tesis de que “el ocio refleja la estructura social” (Veblen), pero concibe el viaje de ocio como un “ritual moderno” cuyas atracciones constituyen una tipología no planeada de estructura análoga a los del simbolismo religioso (Durkheim).

La tendencia disgregadora de la modernización incrementa la complejidad de las diferenciaciones sociales (de clase, estilos de vida, raza, género, ideología, profesión, etc.); las atracciones son un reflejo no premeditado de estas diferenciaciones que permiten al turista desarraigado construir totalidades a partir de experiencias dispares. Desde esta perspectiva, el turismo es uno de los sistemas de ordenamiento social y cultural más efectivos de la modernidad.

Los eventos artísticos (musealización del mundo) y turismo (turistización) forman parte de un mismo proceso desde los años sesenta del siglo XX: vivencias del arte y su paralela mercantilización masiva en la cultura popular del turismo. La obra de arte deja de ser objeto de contemplación para convertirse en experiencia. Esta experiencia turística, bajo una dimensión estrictamente mercantil se inicia en el mismo instante en el que el turismo es considerado como un mercado. Hoy en día el consumo turístico es “experiencial”. La experiencia se ha convertido en un producto de masas que se intercambia en el mercado del marketing: los profesionales de este mercado venden así a sus clientes la promesa de que sus consumidores podrán vivir una “experiencia”. Esta experiencia será un momento inolvidable y polisensorial. MacCannell considera que una causa fundamental para explicar la razón de ser del turismo de masas es el deseo de ruptura con la rutina diaria, la necesidad de liberar tensiones acumuladas en la cotidianidad, usando un tiempo que sirva como válvula para liberarse de la sobrepresión y al mismo tiempo salir renovado con nuevos conocimientos.

Enzensberger por su parte, desde un punto de vista ideológico, niega       las repercusiones positivas que el viaje ejerce en el turista. Estos efectos negativos se producen cuando discurren una serie de circunstancias, tales como que el turista no se interesa en la cosa misma, sino en la imagen que la cosa ofrece, lo importante es la foto, registrar la imagen cosificando de ese modo la experiencia, no captando su contenido esencial. Tampoco resultan positivas las carencias de relaciones sustanciales que se dan en las excursiones programadas, viajar sin conectar con los del lugar, manteniéndose en una burbuja, viendo los acontecimientos detrás de los cristales puede dar lugar a una percepción distorsionada de la realidad. Y tampoco resulta positiva la construcción de situaciones falsas que muchos  tour-operadores presentan al turista como reales, lo cual no es más que un fraude.